martes, 19 de septiembre de 2017

Santiago Bidea 2017

12 días, 257km, un destino, la plaza del Obradoiro. Una experiencia inolvidable y totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a vivir. Emprendimos nuestro camino el 4 de julio desde Astorga, sin tener muy claro como responderían nuestros cuerpos a tantos kilómetros mientras el sol no nos daba ni una tregua. Tras llegar a Rabanal del Camino, las opiniones fueron diversas, pero por general se oían quejas y la popular frase de "¡Quién me mandaría hacer el Camino!". Sin embargo, esta frase fue transformándose con el paso de las etapas, hasta el punto de agradecer el haber tomado esa decisión. Ya que a pesar de las ampollas, el cansancio o las agujetas que nos producían tantos kilómetros, el ambiente del que estábamos rodeados transformaba esas lágrimas en sonrisas. Pese a la malas condiciones del tiempo en algunas etapas, todo parecía más fácil y llevadero con la gente que teníamos alrededor. En nuestro camino nos fuimos encontrando con gente de diferentes partes del mundo; belgas, italianos, coreanos, estadounidenses y también de muchas comunidades autónomas de España. Estas personas nos contaban su experiencia y los diversos motivos por lo que habían emprendido este viaje y, poco a poco, los días iban pasando y a nosotros cada vez nos daba más pena que este trayecto llegara a su fin. Al llegar a nuestro destino, Santiago, quién nos diría que la experiencia que acabábamos de vivir había sido una de las experiencias más reconfortantes que viviríamos. En pocas palabras, el camino de alguna manera te cambia la vida; te hace ver que en una mochila te entra todo lo que necesitas, conoces más de la vida de los que están a tu alrededor, conoces a muchísima gente que tiene un mismo sentimiento en común y te encuentras a uno mismo. En definitiva, una experiencia única.

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