Una forma incomparable de encontrarse con Dios
Como
muchos otros igual que yo, decidí poner rumbo a Polonia con intención de pasar
dos semanas con mis amigos, descubriendo un país hasta ahora desconocido para
nosotros. No obstante, volvimos a Vitoria boquiabiertos por la inolvidable
experiencia que acabábamos de vivir. Acompañados por Carlos e Iñaki, así como
por diáconos, sacerdotes e incluso por Don Juan Carlos, obispo de Vitoria,
descubrimos a Dios de una forma muy especial.
Tras
salir de Vitoria y pasar un día en Venecia, llegamos a Sosnowiec, donde fuimos
recibidos por nuestras familias de acogida con un cariño y una hospitalidad
inimaginables. Junto a ellos, disfrutamos durante esta primera semana de la
cultura e historia polacas, realizando una peregrinación a la Virgen de
Czestochowa y visitando el campo de concentración nazi de Auschwitz. Allí,
rezamos por las seis millones de víctimas que el hombre causó al sustituir el
amor por el odio.
La
segunda semana, en la cual se inició oficialmente la JMJ, estuvimos alojados en
la pequeña localidad de Grojec. En esta semana, asistimos en Cracovia a
numerosos actos y ceremonias, desde la misa de apertura hasta la Vigilia, pasando
por la Ceremonia de Acogida del Papa y el Via Crucis. De entre todo lo vivido
esta semana, me quedo, sin lugar a dudas, con el imponente discurso del Papa
Francisco dirigido a los dos millones de jóvenes allí presentes, en el cual
insistió en que los jóvenes cristianos no debemos ser “jóvenes de sofá”, sino
jóvenes despiertos y activos que luchen por el bien. No obstante, creo que
todos mis compañeros coinciden conmigo en que lo más impresionante fue la
Vigilia. El hecho de ver a dos millones y medio de jóvenes venidos de todo el
mundo, ondeando sus banderas y rezando al unísono es algo que no tiene precio,
algo que no olvidaremos jamás. Encendiendo velas, cantando y rezando, todos los
allí presentes reafirmamos nuestra fe en Dios y en su mensaje de misericordia.
Asimismo, me impresionó mucho el obispo de nuestra ciudad, Don Juan Carlos.
Gracias a él, mis compañeros y yo fuimos testigos de lo que verdaderamente era
“predicar con el ejemplo”, pues como bien dijo el Papa, “los pastores tienen
que oler a oveja”.
En
definitiva, diré que la JMJ ha sido una experiencia muchísimo más enriquecedora
de lo que me esperaba, no sólo porque vengo con nuevos amigos y un magnífico
recuerdo, sino porque he aprendido el verdadero significado de ser joven y
cristiano.
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